Desde hace poco, he llegado a entender que las cosas que no elegimos tener son para siempre, o al menos eso parece.
Recordando unos cuantos años atrás, tengo vagos recuerdos, quizás reprimidos por mi mente. Sé que no la estaba pasando bien; fue un momento muy fuerte para un adolescente de 14 años.
De lo poco que recuerdo, destaco el mes de octubre. Comenzaba un nuevo período académico, y yo había pasado al 9° grado de secundaria. Venía de vivir dos años que no fueron nada agradables. Mis compañeros se habían convertido en auténticos demonios, y estaba cansado de ese infierno.
Ese lunes, desde muy temprano, tenía los nervios a mil. Estaba ansioso y solo pensaba en presentarme, dar una buena impresión y, sobre todo, ser "aceptado".
La realidad fue otra. Al ver las listas de todas las secciones, me di cuenta de que no me habían cambiado a otra sección. Mi petición de alejarme de aquellos matones no se había cumplido. Fue entonces cuando mi mente dijo: "Otro año más en ese infierno".
Sin pensarlo más, huí. Salí caminando, quizás en mi mente corría, y sin esperar taxi ni nada, solo quería llegar a casa. En el camino, trazaría un plan para no vivir en ese infierno un año más. Los 4 km hasta mi casa parecían suficientes. Sin embargo, un vecino me reconoció y me dio un aventón. Al llegar, encontré a mi mamá y a mi tía conversando frente a la casa.
Mi mamá me miró sorprendida, sin saber qué estaba pasando. Para no preocuparla, le dije que me habían asignado una sección nueva y que los lunes tenían libre. Pero en realidad, fui a mi cama y lloré durante horas. Me sentía mal, desmoronado.
Esa noche, le confesé a mi mamá que no podía dejarlo así. Ella se ofreció a ayudarme a lograr mi objetivo de cambiarme de sección. Hablé con un amigo de mi prima, que estaba en el mismo grado pero en otra sección, invitandome a su sección, fue tan amable. El martes no fui a clases, pero el miércoles fui con mi mamá a coordinación. Después de dialogar y, sí, ofrecer unas Catalinas, finalmente me cambiaron de sección.
Mi primera clase fue Física a las 9 a. m. Después de un rato, fui a almorzar cerca de la biblioteca. Allí conocí a tres chicas elocuentes. Hablamos y conversamos, pero hubo un clic con una de ellas. Le gustaba la música en inglés, y eso fue toda una maravilla. Compartíamos conocimientos sobre la cultura pop, especialmente sobre Ariana Grande y otras cosas.
Así nació nuestra amistad. La confianza creció, las llamadas y las conversaciones nos unieron aún más. Ella tenía su historia, y yo también. Fingimos ser novios una vez, lo cual resultó incómodo, pero también fue la primera persona a la que le confesé que soy gay. Ella me aceptó y me dijo que estaba bien.
Nuestra amistad siguió creciendo y fortaleciéndose. A veces pasábamos días o semanas sin hablar, pero la conexión seguía intacta. No la veo solo como una amiga, sino como una hermana, un regalo del universo para que no me sintiera solo y desamparado.
Ahora, al escribir este blog, me doy cuenta de que Dios escuchó mis súplicas. Siempre estuvo ahí, sintiendo mi corazón.
A veces imagino una vida sin ella a mi lado, y simplemente no existe un futuro prometedor sin su amistad. Confío en ella plenamente y sé que nuestras almas están conectadas de alguna. Confío tanto en ella que hablo cosas que con mi mamá jamás hablaría, estoy totalmente agradecido por tener a semejante persona como compañera, amiga, hermana del alma y de la vida.
Personas que llegan en el momento justo, cuando crees que has perdido todo, es porque tus manos se han abierto para recibir algo más grande.
Por eso ella es mi Mejor Amiga.
Gracias Ñañi <3
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