Sí, los vampiros existen. Salen de día y de noche, pero es en las noches cuando atacan. Siempre serán mayores que tú, ¿por qué? Porque siempre andan con menores que ellos.
¿Por qué? Control.
Solo podía ver sus labios decir la verdad, y mi mirada se perdía en sus ojos brillantes. Solía contemplar la noche y la naturaleza mientras disfrutaba de la sinceridad, de esos temas interesantes que no se comparten con muchos.
¿Cómo dejo de buscar la perfección en la imperfección? ¿Cómo puedo recuperar los estándares de belleza? Puedo apreciar su retorcida sonrisa y verla como la estrella más brillante del universo.
Creo que es el momento de acercarnos más, sentir sus suaves labios en los míos y olvidarme, por una vez, de que estoy rodeado de personas. Vivir el instante y recordarlo con orgullo; no importa nada cuando nuestros labios están juntos.
Entre besos y caricias, siempre hay algo más: mi corazón latiendo a mil y tu fulgor encendiendo mis ganas de consumirme toda una noche contigo.
Pero entre besos bobos y palabras estúpidas, siempre estaré allí tomando notas, observando cada movimiento, cada gesto, dándome cuenta, en tiempo real, de lo que ocurre ante mis ojos. Desvío la mirada para procesar la información y abro mis ojos cuando menos debería.
Cazador de vampiros, sé cómo funcionan. Sé que no hay nada nuevo; con las palabras más precisas, ellos soltarán lo que necesitas saber, y así comienza mi plan.
Con tiempos marcados, palabras ensayadas y una sonrisa improvisada, te atrapé: eres un vampiro. No te haré daño, bueno, sí, tú mismo te lo harás.
Es una linda experiencia hacerte el tonto y fuera de lugar, cuando todo fue tu plan para divertirme con quien quería disfrutar.
¿Por qué lo hago? Para probarme que puedo controlar mis emociones y sentimientos, salir ileso de donde se armó una balacera.
Estaba aburrido, quería pasar el rato, buscar inspiración, despojarme, cazar un vampiro para variar.
“Lo mejor de todo siempre estuvo claro, quien liga sus sentimientos, pierde”.